GRUPO 7: Docentes Monica y Ana
“Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la
Justicia”
A partir del 24 de marzo de 1976 hubo muchas
prohibiciones en la Argentina. Aunque no puedas creerlo se prohibieron también
algunos cuentos para niños y niñas. No se podían editar, ni vender, ESTABA
PROHIBIDO leerlos en las casas y en las escuelas.
LA PLANTA DE BARTOLO
El buen Bartolo sembró un día un
hermoso cuaderno en un macetón. Lo regó, lo puso al calor del sol, y cuando
menos lo esperaba, ¡trácate!, brotó una planta tiernita con hojas de todos
colores.
Pronto la plantita comenzó a dar
cuadernos. Eran cuadernos hermosísimos, como esos que gustan a los chicos. De
tapas duras con muchas hojas muy blancas que invitaban a hacer sumas y restas y
dibujitos.
Bartolo palmoteó siete veces de
contento y dijo:
—Ahora, ¡todos los chicos tendrán
cuadernos!
¡Pobrecitos los chicos del
pueblo! Estaban tan caros los cuadernos que las mamás, en lugar de alegrarse
porque escribían mucho y los iban terminando, se enojaban y les decían:
—¡Ya terminaste otro cuaderno!
¡Con lo que valen!
Y los pobres chicos no sabían qué
hacer.
Bartolo salió a la calle y
haciendo bocina con sus enormes manos de tierra gritó:
—¡Chicos!, ¡tengo cuadernos,
cuadernos lindos para todos! ¡El que quiera cuadernos nuevos que venga a ver mi
planta de cuadernos!
Una bandada de parloteos y
murmullos llenó inmediatamente la casita del buen Bartolo y todos los chicos
salieron brincando con un cuaderno nuevo debajo del brazo.
Y así pasó que cada vez que
acababan uno, Bartolo les daba otro y ellos escribían y aprendían con muchísimo
gusto.
Pero, una piedra muy dura vino a
caer en medio de la felicidad de Bartolo y los chicos. El Vendedor de Cuadernos
se enojó como no sé qué.
Un día, fumando su largo cigarro,
fue caminando pesadamente hasta la casa de Bartolo. Golpeó la puerta con sus
manos llenas de anillos de oro: ¡Toco toc! ¡Toco toc!
—Bartolo —le dijo con falsa
sonrisa atabacada—, vengo a comprarte tu planta de hacer cuadernos. Te daré por
ella un tren lleno de chocolate y un millón de pelotitas de colores.
—No —dijo Bartolo mientras comía
un rico pedacito de pan.
—¿No? Te daré entonces una
bicicleta de oro y doscientos arbolitos de navidad.
—No.
—Un circo con seis payasos, una
plaza llena de hamacas y toboganes.
—No.
—Una ciudad llena de caramelos
con la luna de naranja.
—No.
—¿Qué querés entonces por tu
planta de cuadernos?
—Nada. No la vendo.
—¿Por qué sos así conmigo?
—Porque los cuadernos no son para
vender sino para que los chicos trabajen tranquilos.
—Te nombraré Gran Vendedor de
Lápices y serás tan rico como yo.
—No.
—Pues entonces —rugió con su gran
boca negra de horno—, ¡te quitaré la planta de cuadernos! —y se fue echando
humo como la locomotora.
Al rato volvió con los soldaditos
azules de la policía.
—¡Sáquenle la planta de
cuadernos! —ordenó.
Los soldaditos azules iban a
obedecerle cuando llegaron todos los chicos silbando y gritando, y también
llegaron los pajaritos y los conejitos.
Todos rodearon con grandes risas
al vendedor de cuadernos y cantaron "arroz con leche", mientras los
pajaritos y los conejitos le desprendían los tiradores y le sacaban los
pantalones.
Tanto y tanto se rieron los
chicos al ver al Vendedor con sus calzoncillos colorados, gritando como un
loco, que tuvieron que sentarse a descansar.
—¡Buen negocio en otra parte!
—gritó Bartolo secándose los ojos, mientras el Vendedor, tan colorado como sus
calzoncillos, se iba a la carrera hacia el lugar solitario donde los vientos
van a dormir cuando no trabajan.
Cuento extraído, con autorización de su
autora, del libro La torre de cubos (Buenos Aires, Ediciones
Colihue, 1985, colección Libros del Malabarista).
Después de la lectura, podés conversar con quien te esté acompañando
(ESCRIBÍ LAS RESPUESTAS EN TU CARPETA)
- ¿Qué
cuenta La planta de Bartolo?
- ¿Cómo
es Bartolo?
- ¿Qué
pensás de lo que hace con su planta?
- ¿A
quién o a quiénes podría molestarle esta historia? ¿Por qué?
Ø Algunas pistas para
conversar sobre la última pregunta:
- Probablemente
el gobierno militar censuró este cuento porque Bartolo no obedece al
poderoso Vendedor de Cuadernos y no cede ante sus promesas. Es un niño que
desobedece…
- La
idea de una planta que produce cuadernos para todos los chicos y las
chicas, sin importar si tienen dinero para comprarlos o no, es tal vez
otra de las ideas que los militares quisieron silenciar.
- El
mundo de Bartolo es un mundo con derechos para todos y todas, y la
sociedad que los militares quisieron imponer favorecía los privilegios de
una minoría sin atender esos derechos.